Es evidente que la tendencia de desaprobación de la Gestión Presidencial, así como la del Parlamento y muchos políticos, se sigue manteniendo en declive desde la última encuesta realizada el mes pasado. Esto sin embargo no es raro ya que las tendencias que fijaron estas percepciones negativas, siguen aun en línea recta de colisión.

Las mediciones de Opinión Pública se basan en las percepciones de los vecinos y, como tales, no deben tomarse literalmente, sino más bien deben tomarse en cuenta superando la subjetividad propia de las percepciones.

Esto de ninguna manera intenta soslayar la importancia de las percepciones ni desmerecerlas, como tampoco cuestiona la precisión ni la confiabilidad de la encuesta realizada y sus resultados; muy por el contrario, el concepto de las percepciones es una herramienta importantísima cuando se intenta comprender lo que subyace el pensamiento e imaginario del grupo humano sujeto a la encuesta. Claro está, con el cuidado que exige siempre el mundo de las percepciones, deben analizarse los resultados de dichas encuestas observando los códigos de las percepciones y no las «realidades relativas».

Por ejemplo las fluctuaciones que pueden producirse de un mes a otro, como en este caso donde la aprobación del Presidente tiene un incremento de 3.8 puntos más o menos, pueden deberse a movidas de impacto momentáneo y pasajero, cuando lo ideal sería de que éstas fueran medidas programáticas que se sostengan en el tiempo. Este estilo de “parcha pistas”, o sea esperar a que se produzcan los huecos, o que se accidente alguien para recién parchar la calle, solo traerá consigo encuestas van a semejarse a una montaña rusa. 

A buen entendedor… Pocas palabras. 

En el rubro que dice “RAZONES POR LAS QUE PIENSA QUE LA POPULARIDAD DEL PRESIDENTE ALAN GARCÍA BAJA MES A MES” sin ser sentencias premonitorias de este mes o de ningún otro, son mensajes claros y confrontativos que deberían ser oídos con mucha atención por todos aquellos que consumen encuestas pero que suelen atorarse con ellas porque  las interpretan literalmente.

Las cinco primeras sentencias son muy claras:   

  1. No cumple sus promesas: 48.9%
  2. Tendencia a la Corrupción: 41.1%
  3. Subida de precios: 38.1%
  4. No combate la pobreza: 28.2%
  5. Esta alejado del pueblo: 25.8%

Independientemente de si el gobierno no cumple con sus promesas o si hay tendencia a la corrupción en su gestión, la población lo percibe sinceramente de esa forma y como las percepciones, sean estas verdaderas o falsas, se constituyen en la realidad del pueblo, sería bueno  y sano que el gobierno comience seriamente a analizar por qué el pueblo percibe de esa forma. 

Para darle una mano al gobierno en ese análisis, debemos decir que el cerebro humano percibe las imágenes como un todo—independientemente de sus partes—vale decir que tiende a generalizar. Esto se debe a que nuestro cerebro debe elaborar una serie de procesos instantáneos y llegar a conclusiones también instantáneas en lapsos necesariamente ínfimos de tiempo. Esto tiene sus consecuencias: asumimos muchas cosas y situaciones basándonos en nuestra experiencia inconsciente y no en la realidad; de ahí que las percepciones no sean otra cosa que puntos de vista fundados en el grado de conocimiento y nivel de comprensión que cada uno trae consigo como bagaje en la vida. Para entender mejor esto, el poblador que va a responder una encuesta, o votar por un candidato, no siempre o mejor dicho casi nunca está bien enterado de los pormenores políticos cotidianos, por lo tanto  supedita su voto o su respuesta en las encuestas a su estado de ánimo.  Este estado de ánimo, no solo se basa a como se levantó esa mañana, se supedita a como se siente con respecto a la vida, sus oportunidades, sus sueños, sus esperanzas y las posibilidades de que llegue a realizar los mismos .

Es un gran error tratar de contraponer una percepción, individual o colectiva, con hechos de la «realidad relativa» ya que el mundo de las percepciones —de por sí y ante sí— se autodefine y, por lo tanto, cualquier análisis que se realice con la intervención de las mismas (las percepciones) debe manejarse en ese mundo; asimismo, las estrategias que se empleen para modificarlas deben diseñarse y aplicarse dentro de ese mismo ámbito, ya que una cosa es la «realidad relativa»  y otra, poco o muy diferente, la percepción (porción de verdad) que cada cual tiene de esa misma realidad. 

Una voz de alerta por ejemplo la podemos oír en la percepción que hay sobre el mensaje presidencial, donde un 85.3% lo percibió en forma negativa, o sea:

  • Incompleto: 35%
  • Pesimista: 7.6%
  • Triunfalista: 5.0%
  • No responde: 37.7%

Mientras que lo percibieron en forma positiva solo un 17.6%:

  • Optimista: 11.4%
  • Realista: 6.2%

Esto independientemente de que el mensaje haya sido positivo o negativo, en cuestiones de percepciones, a veces poco tiene que ver la realidad, dado que las percepciones se basan en pequeñas porciones de la realidad pero están cargadas de juicios de valor muchas veces basados en buenas o malas experiencias personales, estados de ánimos y grado de desesperanza o esperanza de sobrevivencia personal o familiar. 

El 77.4% de los pobladores encuestados no se sienten representados por el gobierno, lo cual es un tremendo campanazo de peligro para aquellos encargados de la imagen presidencial, ya que el no sentirse representado tiene mucho que ver con la calidad del mensaje que se está entregando al poblador.