El arte de gobernar: entre espejismos y teatro

En un país asediado por problemas graves y urgentes, donde el fenómeno de El Niño ya golpea el norte, la corrupción se enraíza en las altas esferas y 130 congresistas se han ganado la etiqueta de “organización criminal”, es casi tragicómico ver a la Presidenta, sus ministros y congresistas de turno —nuestras supuestas máximas autoridades— jugando a disimular y al “que no se note” en lugar de enfrentar la realidad con valentía. Para ellos, la seguridad ciudadana, la corrupción rampante y las constantes amenazas de vacancia son meros decorados en un verdadero teatro político, una pantomima grotesca y chapucera, francamente pegada con goma de mascar, y que, si no fuera tan funesta para el presente y futuro del país, y tan vergonzosa, sería incluso merecedora de una buena carcajada.

Gobernando con filtros: la política del ‘que no se note’

Y es que nuestros gobernantes viven atrapados en una burbuja de apariencias, acostumbrados a barrer los problemas bajo la alfombra, creyendo ingenuamente que, si no los ven, estos no existen. Ignoran que tarde o temprano tropezarán con esa “basura” y, cuando eso suceda, será demasiado tarde. Cuando las máximas autoridades de un país priorizan el “qué dirán”, sus perfiles mediáticos, las fotos bien calculadas y los discursos perfectamente maquillados —bonitos pero vacíos—, sacrifican la verdadera acción y liderazgo que el país necesita. Un liderazgo auténtico no teme a la realidad; actúa, resuelve y se enfrenta a los desafíos sin maquillajes.

El tango de la vacancia: extorsión a dos bandas

Mientras tanto, el Gobierno se ve amenazado por un Congreso que no se queda atrás en el juego de apariencias y manipulaciones. Cada decisión ejecutiva importante parece estar condicionada por las constantes amenazas de vacancia, como una cuerda floja que se tensa y afloja a capricho de un grupo de legisladores que, en lugar de servir al país, se centran más en perpetuar su poder y blindarse frente a las inevitables futuras investigaciones que también los acechan.

Esta dinámica de extorsión política mutua refleja el modus operandi de un estado mafioso. En dicho estado mafioso, por ejemplo, el gabinete de ministros, cuestionados por el 95% de la población, solo se dedican a negar la realidad; aunque está venga cargada de grabaciones contundentes.

Y, mientras tanto, el pueblo observa, indignado, la inacción de una ley que no los toca, y se siente impotente al ver cómo esta parálisis está frenando de manera sistemática el verdadero progreso del país. No me refiero únicamente al progreso económico —que, por supuesto, es importante, especialmente si llega a todos los estratos sociales—, sino, de manera más contundente, al progreso evolutivo de una sociedad que debería basarse en principios y valores universales.

Congreso corrupto en el horno: esperando al hada salvadora

Si gobernar para la foto es indignante, tener un Congreso que, salvo honrosas excepciones, está ¡abiertamente corrompido! por mafias y asociaciones ilícitas, es absolutamente intolerable. Los representantes que deberían velar por los intereses de la nación están más enfocados en proteger sus propios “feudos”, negociando y tranzando a espaldas de la ciudadanía.

En este escenario, la moral y la ética se han convertido en meros adornos; tan vacíos como las promesas de campaña.

Mientras que esto sucede, los liderazgos genuinos, tanto de políticos como de empresarios, brillan por su ausencia. Todos están esperando que un hada mágica descienda de las nubes y que, con su varita titilante de purpurina, solucione todos los problemas. Será eso o, lo que es aún más lamentable y vergonzoso, están esperando de brazos cruzados a que sea otro quien se arriesgue y cruce el río primero, que sea ese conejillo de indias que pruebe si el agua está demasiado friecita como para mojarse…

(A todo esto, es fundamental entender que el verdadero liderazgo no espera soluciones externas, sino que se asume con valentía, responsabilidad y la determinación de actuar, incluso cuando el camino —o la temperatura de las aguas— sea incierto.)

APEC: fotos de portada para un país en ruinas

Mientras nuestros “líderes” se enfocan en su imagen y en la propia supervivencia política, usando el APEC como salvavidas, parece que creen que las oportunidades de un país lleno de riquezas se resolverán por sí solas. Pretenden que el APEC salvará a un Perú herido, sumido en una crisis de inseguridad y corrupción sin precedentes. Pero cuando el desorden reina, los anti-valores guían a nuestros jóvenes y la deshonestidad se infiltra en las esferas más altas, ni 20 APEC podrán salvarnos.

Entiendo que algunos dirán: ‘El APEC es crucial para mantener y mejorar la economía peruana, así como para preservar el estándar económico del país’. Lo comprendo, y, en general, estoy de acuerdo con ello. Sin embargo, me pregunto: ¿de qué sirve proteger las manzanas en el árbol, cubriéndolas con bolsas para evitar que las coman las aves y otros animales, si todas ya tienen un gusano dentro? ¿No les parece que lo más sensato sería primero sacar al gusano y no encapsularlo dentro, donde acabará por pudrirlo todo?

Mientras nos muestran a dignatarios internacionales y políticos locales disfrutando danzas típicas del Perú durante más de una hora en la TV, los peruanos a quienes esas danzas supuestamente representan en cara al mundo, esos mismos peruanos están en las calles reclamando voz en cuello por el olvido negligente del Estado; están siendo sistemáticamente ignorados en sus Gritos desesperados; están siendo extorsionados y asesinados por mafias a las que nadie parece querer frenar.

Hoy, a ese pueblo peruano lo usan los poderes como “símbolo de peruanidad”, como si su presencia fuera “motivo de orgullo” y no, en realidad, como una acusación patente de la gigantesca cola de paja que arrastran detrás. Pero está farsa malhadada lo único que demuestra de ello es la incoherencia y el accionar por absoluta conveniencia. Y la gente se está desperezando tanto por el hambre físico como por el hambre de justicia y despertando al ver esa  desagradable realidad.

Los ciudadanos no solo viven con el miedo constante de ser víctimas de la delincuencia, sino con la realidad de que, mientras si ellos cometen un error que lo merezca, van a la cárcel,  los poderosos y/o con vara política terminan fugados y asilados en islas paradisíacas. Viven con la frustración de ver cómo  su futuro está en manos de quienes priorizan sus propios intereses y la apariencia sobre la responsabilidad. Pero se están despertando y viendo que mientras que a ellos les piden que coman con “10 luquitas”, los políticos se aumentan los sueldo y se dan aguinaldos navideños que podrían alimentar con “10 luquitas” -como nos han querido hacer creer- a más de 200 niños con hambre real.

Si depositamos todas nuestras esperanzas en el APEC, estaremos enfocándonos en “la forma”, que, aunque relevante, no debe eclipsar lo esencial: “el fondo”. Es como construir una casa sin una base sólida: por más hermosa que sea la fachada, sin cimientos firmes, todo caerá. La sociedad peruana necesita un cambio profundo y transformador en el sistema de gobierno, un cambio que no se base en imágenes y apariencias, sino en acciones reales. Este cambio comienza con una actitud renovada de ciudadanos y gobernantes, un compromiso auténtico con principios y valores patrióticos por parte de ambos, con honestidad y con mano firme para defender y hacer respetar los derechos humanos, comenzando por los de los ciudadanos honestos e inocentes.

Mientras la política siga siendo una puesta en escena grotesca, un teatro vacío y absurdo, y no una acción genuina orientada al cambio, este país seguirá atrapado en una ilusión: gobernantes que prefieren cuidar su imagen en lugar de construir una nación segura, honesta y justa para todos.