Reza un viejo paradigma o creencia popular y bastante extendida en los pueblos, “Si es un buen Presidente, entonces es un mal Candidato y si es un buen Candidato, entonces es un mal Presidente” y es que lamentablemente nosotros operamos a través de nuestros paradigmas o creencias y estos pueden sumarnos o restarnos, según cuál sea nuestra percepción, cual sea la experiencia de donde surgió y cuan arraigada esté a nuestro pensamiento..
Siguiendo por supuesto el concepto de ese paradigma, y permitiéndonos ahondar un poco en el, encontramos que el concepto no está muy lejos de la realidad y más bien, como la mayoría de nuestras creencias y paradigmas que son los responsables de nuestras actitudes y conductas, están basados en evidencias recogidas de la vida diaria y de las experiencias colectivas a las que –cual estímulos mágicos- hemos sido sometidos de forma pasiva y a veces no tan pasiva, a todo lo largo de nuestra vida de niño a adulto.
A la sazón, cuando un “buen candidato” promete, empatiza con las necesidades de la población, conecta con las percepciones y los sueños de los ciudadanos y les da esperanzas de poder llegar a ellos en los próximos 4 años, no está haciendo otra cosa que jugando el juego político que le corresponde, eso está bien y es necesario, siempre y cuando sea hecho en forma responsable. Cuando se le va de las manos o porque carece de un buen Coach de Imagen o porque la desesperación lo invade, sucede lo que vemos a diario, promesas desmedidas e incumplibles, explotación de las necesidades y de los sueños de los pobladores, esperanzas sobredimensionadas, llevándolos luego, a una situación de desesperanza prácticamente inmanejable, cuando todo este castillo sin sustento alguno de cimientos, termine derrumbándose. Obviamente el “buen candidato” en esta situación y en por un tiempo que solo se limitará al que falte para las elecciones, se convierte en un “excelente candidato”, pero por obvias razones ese sería un “mal presidente”, ya que no hay nada más lejano de un “buen presidente” que la farra fiscal que conlleva al despilfarro de las reservas en temas subordinados o mesiánicos, las mentiras, las promesas que deben cumplirse a costas de la estabilidad económica del país etc etc. de esto tenemos ejemplos lejanos, mediatos e inmediatos.
De ahí que la población quiere un “buen candidato” en la campaña, porque necesita sentir que tiene sueños y que estos pueden llegar a realizarse, necesita saber que tiene esperanzas y que su horizonte se amplía un poco más allá del día a día, que el futuro de sus hijos puede no ser tan incierto después de todo y que la posibilidad de tener las necesidades mínimas cubiertas, no es una utopía. Pero cuando llegamos a la realidad de la gestión gubernamental, donde se encuentra ese “buen candidato” con las posibilidades reales de la cosa pública, las trabas burocráticas y la temible y bien extendida corrupción, o deberíamos decir con mucha más propiedad, los sistemas corruptos, es ahí que lo que menos necesitamos es un “buen candidato” que suelte plata en forma descontrolada por todos lados y que gobierne para las plateas, los palcos y las cazuelas, haciendo uso de las mafias establecidas a todo nivel, partidario y estatal.
La pregunta que todo el país se está haciendo en éstos momentos es: ¡A partir de estos momentos en el Perú nos va a gobernar un “buen presidente” o vamos a tener de aquí al 2011 gobernándonos un “buen candidato”
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