Una cosa es saber gobernar y, otra, saber ganar una elección—
El gran error de los políticos

Candidato divo

Los políticos por falta de experiencia, a veces por soberbia y/o ambición, ven una campaña presidencial como un tema solo de promesas, carisma e invertir millones en publicidad, de la permitida y de la no permitida y de tener apoyo partidario y/o empresarial. Este grave error en el mejor de los casos logra que el candidato se rodee de los profesionales necesarios para que le puedan presentar soluciones a las necesidades del pueblo, pero repito, en el mejor de los casos porque esta actitud está muy lejos de ser el común de los casos. Normalmente el candidato se considera un divo que ha sido tocado por un ser divino y que cada palabra suya se convierte en dogma.

Las campañas no se ganan, se pierden

Una cosa es saberse o creer que uno está capacitado/a para gobernar un país y otra muy distinta tener el conocimiento, experiencia y estrategias para saber cómo comunicarse con el votante de manera asertiva y lograr el éxito ganando una elección y a las evidencias me remito.

Pensemos un poco en las últimas 5 elecciones presidenciales, vale decir en los últimos 18/20 años y yo pregunto: ¿Cuál de los candidatos que han ganado en los últimos 18/20 años, estaban realmente preparados para gobernar y cuantos de ellos eran los mejores empresarios, políticos o ciudadanos?

Entonces, ¿Por qué ganaron?

Ganaron porque en las campañas electorales, casi nunca gana el mejor, el que se lo merece y el posee el mejor plan de gobierno, casi siempre gana el que menos errores cometió durante la campaña y es por esa razón que ser el más preparado no necesariamente garantiza el éxito en la campaña ya que, como digo en el sombrero del título, una cosa es saber gobernar y otra es saber ganar una elección comunicándose adecuadamente con los votantes.

Buen candidato, mal presidente
Buen presidente, mal candidato

Nosotros operamos a través de nuestros paradigmas o creencias y en una campaña política, estos pueden sumarnos o restarnos según cuál sea nuestra percepción, punto de vista u observador de la aparente “realidad”.  A la sazón, cuando un “BUEN CANDIDATO” promete, empatiza con las necesidades de la población, conecta con las percepciones, los miedos, necesidades y sueños de los ciudadanos y les da esperanzas de poder llegar a ellos en los próximos 4 años, no está haciendo otra cosa que jugando el juego político que le corresponde, eso está bien y es necesario, siempre y cuando sea hecho en forma responsable ya que el votante ejerce su poder por razones en varios niveles, pero el 80% de la decisión la tiene el nivel egoísta, este candidato va a generar bienestar para mí y mi familia y el otro 20% se distribuye en comunidad, patria etc.  Esto no es ni bueno ni malo, siempre que sea hecho en forma responsable.

Cuando en este proceso no intervienen expertos y/o éstos no son honrados, termina escapándoseles de las manos y sucede lo que vemos en cada campaña, promesas desmedidas e incumplibles, explotación de las necesidades, los miedos y los sueños de los pobladores y les sobredimensionan sus esperanzas llevándolos luego, a una situación de frustración y desesperanza que son prácticamente inmanejable cuando se derrumbe ese castillo sin sustento ni menos cimientos.

En cambio, para un “BUEN PRESIDENTE” está muy lejos de la farra fiscal que conlleva al despilfarro de las reservas en temas subordinados o mesiánicos, las mentiras, las promesas que deben cumplirse a costas de la estabilidad económica del país etc. Un buen presidente debe ser honesto con su pueblo y comunicar adecuadamente lo que está dispuesto a comunicarle a su pueblo, aunque esto duela. ¿Ahora entienden porque un buen presidente es un mal candidato y viceversa?

El votante acepta mejor el engaño

Si tenemos un paciente diagnosticado con cáncer y aparece un tercer o cuarto doctor que le dice que él tiene la cura a su cáncer terminal, ¿A cuál medico creen ustedes que ese paciente con cáncer terminal va a elegir?

De la misma forma y por el mismo patrón de conducta, el votante quiere un “buen candidato” en la campaña, porque necesita sentir que tiene esperanza de realizar sus sueños, necesita saber que su horizonte se amplía un poco más allá del día a día, que el futuro de sus hijos puede no ser tan incierto después de todo y que la posibilidad de tener las necesidades mínimas cubiertas, no es una utopía y repito, esto también está bien, siempre y cuando ese mundo que se vende no sea pura demagogia.

  Pero cuando ese “Buen candidato” gana y se le viene encima la “realidad “que él no quiso ver y se encuentra frente a frente con las reales posibilidades de la cosa pública, las trabas burocráticas y la temible y bien extendida corrupción, o deberíamos decir con mucha  más propiedad, los sistemas corruptos, es ahí que lo que menos necesitamos es un “buen candidato”  que suelte plata en forma descontrolada por todos lados y que gobierne para las plateas, los palcos y las cazuelas, haciendo uso de las mafias establecidas a todo nivel, partidario y estatal.

Ahí es donde el equipo del “Buen presidente” debe cambiarle el chip al “Buen candidato” y apoyarlo para que ejerza el “Buen presidente”.

No se trata esto de si esta bien o está mal ser uno u otro, se trata de que ambos son necesarios en su exacto momento y con suma responsabilidad porque el pueblo con la misma intensidad con que te va a aclamar como candidato, luego te va a juzgar como presidente.

Una cosa es saber gobernar y, otra, saber ganar una elección.

Por eso quiero terminar este artículo con la sentencia con que lo comencé ya que primero se debe ganar la campaña y ser elegido, por eso no basta con saber gobernar cuando se llegue al sillón presidencial, primero se debe saber cómo poder ganar una elección y para eso se debe tener en cuenta que las campañas no se ganan, las campañas se pierden.