En esta época tan convulsionada e inestable, es normal que los ciudadanos estemos obsesionados con la inseguridad ciudadana y le atribuyamos, no sin razón, el estatus de principal problema de nuestra sociedad. 

Todos los días vemos en los medios de comunicación abiertos y mucho más intensamente y realista en las redes sociales, cómo el tema de la inseguridad se explota con mucho morbo.

Esta mañana releía y editaba este artículo como tema de coyuntura actual que utilizo para entrenar lideres políticos en el capítulo; “Las campañas no se ganan, las campañas se pierden…” y mientras editaba, escuché en un noticiero a un congresista representante de uno de los partidos más estructurados y con mayor poder, lo siguiente: ¿Bukele?, Perú necesita no uno sino dos Bukele para controlar este caos en la seguridad ciudadana. Acto seguido el periodista le preguntó… ¿Y el Presidente del Congreso que ya tiene más de diez carpetas fiscales y está siendo procesado? ¡Ah no!, respondió el congresista, diez/veinte carpetas fiscales que lo acusan de corrupción, fraude, etcétera, son sólo investigaciones y para nosotros él es inocente hasta que no esté en la cárcel… Esta última línea es mía, pero interpreta la falta de coherencia de dicho congresista. 

Sepa el susodicho congresista que, si sólo tuviéramos un cuarto de Bukele, ese Presidente del Congreso que incoherentemente él está apañando, ya estaría en la cárcel y junto con él, el ochenta/noventa por ciento del Congreso y ni qué decir de un similar porcentaje de políticos de nuestra vapuleada sociedad… 

Coherencia, Congresista… ¡Coherencia!

La Inseguridad Ciudadana es el Síntoma, no la Enfermedad

No podemos seguir enfocándonos en la forma, en vez de enfocarnos en el fondo del problema. La inseguridad es el síntoma y no la enfermedad. Si seguimos enfocados en el síntoma, sólo daremos soluciones parciales, paliativas y copiadas de otras experiencias, pero sin análisis, experimentación y prueba/error que normalmente esas experiencias han pasado antes de ponerse en práctica. Aplicar experiencia ajena arbitrariamente, lejos de terminar con el problema, lo profundiza aún más. 

Si la inseguridad ciudadana es el síntoma, entonces, ¿cuál es la enfermedad? 

La enfermedad es la Incoherencia y la Falta de Orden en todas las instancias de nuestra sociedad, comenzando por el Estado con su cabeza y bajando por cada una de las instancias gubernamentales y estatales, hasta llegar al último componente de esta sociedad: los ciudadanos comunes. Justamente ahí, en los ciudadanos comunes, es donde se revela el síntoma.

Por otro lado, en una de las instancias gubernamentales más cercanas al ciudadano, los gobiernos municipales, la falta de Liderazgo ha traído como consecuencia que los ciudadanos sientan que no hay ni Orden ni Disciplina y, debido a esto, los delincuentes de todo calibre se sienten libres y autorizados a adueñarse de las ciudades (Teoría de la Ventana Rota). 

En estas condiciones en las que la delincuencia siente que la ciudad está servida para ellos y sale a apoderarse de ella, los gerentes de seguridad ciudadana, policías o militares en retiro que están entrenados para reprimir, salen a hacer eso justamente y reprimen a tirios y troyanos sin distinguir entre un delincuente y una anciana vendedora de flores. 

Analicemos la Teoría de la “Ventana Rota”

Los funcionarios “genios” que incoherentemente, en vez de estudiar esta teoría a profundidad, sólo se dedicaron a interpretarla a su libre entender y sin tomar en cuenta los componentes psicológicos, antropológicos y sociológicos de dicha teoría, sacaron como conclusión que “al ladrón lo hace la ocasión.” Y se acabó. Sentencia hecha. Y, como reza el dicho antiguo, “Juez mal informado, fallo desacertado.” 

Es como decir que usted, estimado lector, si tuviera la ocasión de robar, sin pensarlo dos veces robaría. ¿Es correcta esta conclusión? Por supuesto que no. La inmensa mayoría de ciudadanos no sucumbiría a la ocasión. Un porcentaje menor de esa mayoría de ciudadanos podría por unos segundos sentirse tentados a robar, pero su autocensura auxiliada por principios y valores inculcados desde niños, impedirían que sucumban a la tentación.

La verdadera interpretación de la teoría de “La Ventana Rota” es que una ciudad inmersa en el desorden como la nuestra, donde la incoherencia campea a todo nivel, donde las autoridades dan a la población mensajes esquizofrenógenos, es decir, mensajes de doble vínculo; por ejemplo, deteniendo con bombos y platillos a súper delincuentes haciéndoles creer a los ciudadanos que ¡ahora sí! podremos vivir en paz, pero al día siguiente esos mismos súper delincuentes son dejados en libertad por negligencia, dolo, miedo o ignorancia del juez. 

Es esa incoherencia, es esa comunicación esquizofrenógena por parte de Instituciones, es ese desorden negligente y procrastinador, justamente el que atrae a grupos de delincuentes, personas de débil moral o carentes de principios y valores, los que, si encuentran esa “ocasión” como su oportunidad, la van a aprovechar y se van a cebar como las abejas en la miel. 

La prueba de que la Ocasión no crea al ladrón, sino que es justamente la Ocasión la que atrae al ladrón, es el mismo Bukele en El Salvador, ahora que está en la boca de todos en nuestra sociedad. ¿Es que acaso se terminaron los delincuentes en El Salvador, acaso los diez/treinta mil o más que fueron encarcelados eran todos los delincuentes que existían? No, ciertamente no. Lo que pasa es que desapareció la “ocasión” y los delincuentes y todos aquellos cuya moral y principios eran elásticos o no existían, ahora piensan muy bien antes de delinquir porque en El Salvador, un balance de costo/beneficio, les demuestra claramente que el costo de delinquir sería muy, muy alto. En otras palabras, y a diferencia de lo que acontecía antes, ahora quien tiene terror de salir a las calles son los delincuentes y no los ciudadanos decentes.

 Ataquemos la enfermedad y no el síntoma

Necesitamos atacar directamente la enfermedad que es la incoherencia y la falta de Orden y Disciplina en la ciudad, pero comenzando desde la familia. Como seres humanos, nosotros necesitamos reglas, parámetros y límites para sentirnos seguros, protegidos y en control de nuestras vidas e incluso si nadie nos pone esos parámetros y reglas, cada uno de nosotros según nuestro libre y arbitrario entender, nos las autoimponemos, con el consiguiente problema de que cada uno lo hará a su manera y a su libre buen o mal entender. 

Si sentimos que en la ciudad los límites y las reglas no se respetan y no hay nadie que las haga respetar, entonces eso afectará definitivamente el estado de ánimo, la motivación del ciudadano y el sentirse en una sociedad que lo acoge. Esto aumenta el grado de ansiedad y la consecuente sensación de estrés elevando los niveles de reacciones negativas en la sociedad. Necesitamos justamente bajar los niveles de estrés manteniéndolos manejables. 

¡La inseguridad ciudadana es el síntoma, no la enfermedad! ¡La enfermedad es la que comienza en nuestras casas con una débil socialización basada en antivalores! 

¿Cómo la falta de Orden termina convirtiéndose en inseguridad ciudadana?
Esto como ya dije arriba, comienza en la propia familia. La ciudad es la casa grande y si en tu casa todo está tirado y en desorden, las cosas comienzan a desaparecer, ¿verdad? Si tu hijo/a adolescente no tiene reglas y límites en la casa o cuando en tu casa no pones límites, horarios y reglas o cuando las tienes y tú eres el primero en violarlas, qué tipo de comunicación crees que le estas dando y qué ejemplo le estás dando a tus hijos… Acaso será que las reglas y los parámetros son circunstanciales a nuestra voluntad y conveniencia y se pueden amoldar a nuestras necesidades, deseos y creencias. A veces me pregunto, ¿Qué clase de engendros estamos lanzando al mundo?

Cuando nos enfocamos en el síntoma y no en la enfermedad, no vemos la causa y sólo vemos el efecto.