No puedo creer la falta de empatía y solidaridad que una vez más demuestras, tú, político y empresario de centroderecha o de derecha-extrema. Tú que, en lugar de trabajar por el bienestar del país, por los ciudadanos, por ese “¡pueblo!” al que apelas en tus discursos y mensajes, y por el que eres capaz de hacer el ridículo con tal de congraciarte al momento de pedirle su voto, te sigues mirando el ombligo, enfocándote en tus propios intereses egoístas y los de tu grupito una vez que has logrado tu objetivo. ¡Con qué facilidad te deshaces de los que te votaron! Y, por si fuera poco, gritas a los cuatro vientos: “¡Yo no tengo mandato imperativo!” Como si no le hubieras rogado el voto a ese ciudadano desesperado con la excusa de que él era quien iba a gobernar a través de ti. Qué vergüenza.
Hablemos claro: lo que pasa es que quieres todos los derechos que provienen del voto, pero no te quieres responsabilizar de los deberes y las obligaciones que tienes para quienes te otorgaron ese voto.
Es lamentable ver cómo promueves políticas y leyes que solo benefician a los privilegiados de tu partido, tu empresa o, peor aún, a ti mismo. Tal vez puedes entender por qué el ciudadano te ve como una derecha egoísta, soberbia y arrogante, que se olvida completamente de aquellos por los que debería estar trabajando y que son los que más lo necesitan. Dime: ¿Lo puedes ver acaso? ¿O estás tan cegado por el brillo de tu propia imagen en pancartas?
Mientras tú disfrutas de lujos y comodidades, hay miles de peruanos sufriendo las consecuencias de tu indiferencia. Vamos, no me salgas ahora y como siempre con ese cuento de que “el que quiere, progresa”. Bien tú sabes que esa es una falacia como una casa y la usas como artilugio para mediatizar el problema. Entre nos, sé honesto, tú sabes muy bien que solo puede progresar el que tiene acceso a una educación de al menos mediana calidad, además de la oportunidad de salir de la subcultura de la pobreza. Pero ese es un tema para un libro completo de por sí, así que dejémoslo en un cajoncito por mientras. ¿Pero qué me dices de la pobreza extrema que sigue aumentando día a día? ¿Esa que, por razones egoístas e intereses personales o partidarios, te esmeras en mantener en el statu quo, cosa que en vez la incrementa y la vuelve en situación insostenible?
Somos una sociedad que, en lugar de sentir algún remordimiento por la incapacidad de darles acceso a millones de niños a una educación mínima o a una alimentación adecuada que les permita crecer para ser seres humanos útiles para la sociedad, solo nos contentamos con estar en el antepenúltimo puesto en ello; tal vez incluso orgullosa de estar mejor que otros países, al menos —aunque esos otros países sean Venezuela, Bolivia y Ecuador—.
¡Vergüenza debería darte, político y empresario indiferente?
Observa tus acciones, derecha peruana. O, mejor dicho, marca la ausencia total de acción para solucionar esta crisis en la que nos encontramos en el Perú. Estás paralizada con un Norte que se inunda y un Sur que se seca hasta resquebrajarse.
¿Gracias a quién? ¿Acaso seguirás culpando al ciudadano naíf que, una vez más, se dejó engañar por los cuentos y promesas de los políticos, es decir por tus cuentos y tus promesas? ¿Acaso seguirás culpando a la izquierda “ignorante y desubicada”, y la izquierda esa de “los caviares” por sus intentos y, en este último año, no-tan-intentos de llegar al poder? ¿Puedo osar imaginar que en alguna realidad recóndita puedas aceptar (incluso solo en tus reflexiones más privadas) que tal vez sea gracias a que la derecha peruana no hizo bien su trabajo durante más de cien años y, especialmente, los últimos diez? No, qué va, eso imposible… Y, sin embargo, ¡sí! Aquí, entre nos, darías en el clavo: si la derecha hubiera hecho bien su trabajo muy poco espacio tendrían para operar la ultraizquierda y hasta la izquierda moderada a la que hoy todos, con o sin razón, tratan de culpar.
Basta solo con mirar hacia Europa, donde existen países en los que el pueblo ni se imaginaría lo que es vivir de día a día, con una mano delante y, otra, atrás, con un solo pensamiento ocupándole la cabeza: “¿Qué va a comer mi familia mañana?” ¿Y sabes qué es lo más más doloroso, derecha peruana? Qué estos países no tienen ni la cuarta parte de la riqueza bajo tierra que tiene el Perú.
Sé también que tu respuesta, derecha peruana, será muy predecible: “No comparemos al Perú con Dinamarca o Finlandia…” ¡Vergüenza debería darte! Esto tú también, con tu desidia, desinterés y conveniencia, lo provocaste. Los seis presidentes que hemos tenido en los últimos treinta años están acusados y/o presos por corrupción, rapiña, robo o como lo quieras calificar. Y si solo tomamos en cuenta que a uno de ellos le han descubierto casi ocho mil millones de Soles desaparecidos en la corrupción (y, eso, solo lo descubierto), haciendo cuentas, arbitrarias pero muy posibles, multiplicándolo por esos seis presidentes corruptos, tendremos la friolera de casi cincuenta mil millones de Soles con tendencia evaporativa… Y, repito, eso es solo lo visible; lo que aún no se ha descubierto y, posible y convenientemente, nunca se llegue a descubrir, es muy probable que sea más del doble de lo que pensamos.
Si esos cincuenta, probablemente cien mil millones que volaron hubieran sido invertidos en el bienestar, la salud, la educación de los ciudadanos en vez de convertir a políticos que entran al estado desempleados y salen multimillonarios y junto con ellos los empresarios cómplices, otro sería el cantar y otra sería la excusa que tendrías que buscar tú para no aceptar la incompetencia, desidia e inoperancia de los partidos políticos que más fueron vientres de alquiler que comunidades de ciudadanos con ideología, principios u objetivos comunes.
Así es, derecha peruana, pseudo-libertarios sin rumbo, tu afán por mantener a tu gente en el poder hasta el 2026 con excusas que en tan solo los primeros doce meses se han evaporado y promesas que han demostrado ser inalcanzables, no por difíciles, sino por ineptitud, has más bien dejado translucir que, cuando te conviene, eres capaz de unirte al “demonio bíblico”, y no para conseguir el bien común, sino para conseguir tus egoístas objetivos de poder.
Conseguir poder por el mismo poder, es tu cantar de siempre. Eso y absolutamente despreciar a los que votaron por ti y que deberían ser los beneficiados de ese “bien común” que, derecha peruana, les ibas a conseguir con ese cargo que ellos te dieron, ¿no es cierto? ¿A dónde está? Ahora ya tienes aquel cargo que ostentas como si hubieras sido tocado por un dios del Olimpo y ¿dónde está tu aporte a la humanidad?
Debo decirte que el ciudadano es la pieza permanente de este juego de ajedrez que se llama Perú y, por lo tanto, debería ser la pieza fundamental de este tablero llamado Política. El ciudadano peruano es esa torre que no se moverá del tablero y que será testigo de cómo, partida tras partida, coronas a tus peones cuando nadie está viendo —o cuando todos estás viendo también—. Pero la realidad de las cosas es que tú mismo siempre serás solo un peón, o quizá llegues a caballo, incluso a un alfil, pero siempre serás temporal y efímero, como lo son todas las piezas del ajedrez, que todas valen lo mismo que sus acciones en el tablero… Pero el ciudadano es esa torre impertérrita que permanecerá sobre el tablero.
El problema es que no nos damos cuenta de que lo que nosotros estamos viendo y que aseguramos es el problema es tan solo el síntoma del problema. Vemos lo que está sucediendo en nuestro país y estamos seguros de que esto es culpa de Castillo, de “los caviares”, o lo que sea que eso signifique, pero en realidad ellos solo han sido la gota inepta y corrupta que rebalsó el vaso. Han sido los gatilladores de una enfermedad que es de muy larga data y que se vino gestando silenciosamente ante los ojos de aquellos que podrían haber hecho algo y no hicieron nada. Castillo y “los caviares” solo encendieron la mecha y lanzaron el cartucho. La carga explosiva la pusieron aquellos políticos inescrupulosos que siempre utilizan discursos vacíos e hipócritas para engañar al pueblo mientras siguen acumulando riquezas sin ningún tipo de vergüenza o de moral. Pero no debemos olvidarnos también de esos empresarios y banqueros oportunistas que se casan con Dios y con el Diablo con tal de seguir asegurando sus ganancias mientras van repartiendo millones a diestra y siniestra para asegurar que, sin importar quién salga, esté bajo “el ala protectora”. ¿Te suena?
Pero quiero recordarte algo, centroderecha: el poder político es efímero, en el Perú tiene una fecha de caducidad de cuatro años, en el mejor de los casos y, en los últimos años, incluso menos de la mitad. Así de efímero es el poder. Tarde o temprano llegará un momento en el cual tendrás que rendir cuentas ante todos los peruanos afectados por tus decisiones irresponsables o tu falta de acción, por tu general parálisis. ¿Qué propuesta política has presentado en los últimos diez años? ¿Qué candidatos de centroderecha has entrenado y financiado para que recorran el Perú? Y no hablo de tours con videógrafo a cuestas y huestes de bebés alineados para besarles las frentes; no hablo de exhibiciones y discursos vacuos. Hablo de tomarles el pulso a las provincias, hacer una verdadera conexión con el ciudadano de a pie y, luego de escucharlo muy atenta y humildemente, proponerle una alternativa mejor que aquella que proponen los radicales de izquierda que sí que recorren el territorio nacional a pie, aunque tú tanto las aborrezcas.
La historia siempre juzga con igual severidad tanto al que cometió el crimen como a aquellos líderes corruptos e insensibles con su gente que hicieron de la vista gorda. El político o empresario que, anticipando la catástrofe, pudiendo haberla impedido, solo se sentó como espectador a ver cómo todo se venía abajo en vez de ponerse de pie y proponer una alternativa válida, honesta y sobre todo real… a ese se lo suele juzgar con particular severidad y, en dicha severidad, recordar por mucho tiempo.
Y repito, derecha peruana: si hubieras hecho bien tu trabajo, la izquierda y, sobre todo, la extrema izquierda, hubieran muerto de inanición. Pero hoy, 20 de enero del 2024, ¿qué alternativa le está dando la centroderecha a ese poblador que desde hace un año viene escuchando de la extrema izquierda esos cantos de sirena que tanto los enardecen? ¿Acaso sigues pensando que lo mismo que piensan los sectores A y B de Lima lo piensan C, D, E y el nuevo F de los pueblos alejados del Perú? ¿Crees que porque sigues repitiendo “¡Castillo nunca más!” acá en Lima en Puno van a pensar lo mismo? ¡Ah! Que ingenua que eres, derecha peruana, y que poco has salido de tu San Isidro. Qué vergüenza…
Por eso, centroderecha peruana, espero que reflexiones sobre tus acciones y te des cuenta del daño que estás causando con la excusa de que lo haces “por el bien del pueblo”. Ambos sabemos que lo que estás haciendo es alimentar las posibilidades de que nuevamente un radical de izquierda sea presidente del Perú. Pero lo que tal vez tú no sabes o no te quieres enterar es que, en esta ocasión, ese radical de izquierda, que ya está en campaña silenciosa desde hace muchos meses, no va a ser un caniche, va a ser un dóberman adiestrado para buscar la yugular.
El Perú merece líderes comprometidos con el bienestar común. No personas egoístas e indiferentes a las necesidades reales de su pueblo. Derecha peruana, es hora de cambiar tu enfoque y trabajar verdaderamente por un país más justo y equitativo. Es hora de poner las barbas en remojo y darte cuenta de que no te queda mucho tiempo, que, aunque tuvieras un año y medio más, estás llegando a placé para preparar un candidato que valga la pena y para lograr que sea aceptado por aquellos que, hoy, votarían con toda convicción por un Castillo, un Antauro o un títere más de Cerrón.
Tal vez sobre todo es hora de que dejes de conformarte con ser una vergüenza y, en cambio, te conviertas en siquiera un atisbo de esa fuerza virtuosa que, rasgándote las vestiduras, proclamas ser a quien te oiga.
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