¿Qué se nos viene para las próximas elecciones?

A comienzos de la segunda vuelta electoral del 2021 hice un análisis en el que vaticiné que Castillo salía presidente y que ocurriría una serie de eventos—algunos controlables, otros no—y terminaríamos teniendo dos años de convulsión social con una alta probabilidad de que acabara en actos de violencia y consecuente guerra civil.

En ese informe también sugerí estrategias para evitar que esto llegue a darse e incluso indiqué cómo manejar esas crisis si llegaban a madurar.  Insisto en esto, no porque quiero atribuirme el don de la adivinación sino porque me especializo en detectar patrones de comportamiento y me baso en ellos para predecir escenarios futuros.

 Poder anticipar un estado de crisis le proporciona al observador la posibilidad de tomar decisiones en forma anticipada con el objetivo de conjurar las causas de esa crisis antes siquiera de que ésta se comience a gestar. Esa crisis se ha hecho ahora realidad y podría haberse evitado. ¿Cómo podría haberse evitado? Cuando detectamos patrones de conducta social es en ese momento que debemos tomar decisiones.  ¿Por qué tenemos la mala costumbre de esperar a tener el agua al cuello para darnos cuenta de que dejamos pasar el momento justo para tomar la acción idónea? Ese momento es ahora irrecuperable. La Señora Oportunidad tiene melena por delante y es calva por detrás; si no la agarramos de la melena cuando viene corriendo hacia nosotros, ya no la podremos agarrar cuando nos pasa de largo.

Hoy, una vez más esperamos a tener más de 14 muertos, comisarías y fiscalías quemadas, carreteras bloqueadas y aeropuertos cerrados para tomar las acciones que sabíamos hace más de una semana que íbamos a tener que tomar tarde o temprano. De haberlas tomado a tiempo, los ahora muertos estarían vivos, los edificios públicos estarían indemnes, no tendríamos todas estas pérdidas humanas y económicas que ahora lamentamos. El objetivo principal de un Estado eficiente es salvaguardar el bienestar de sus ciudadanos.

Ni bien apresaron al presidente golpista les recomendé a quienes tenían el poder de decisión que debía aislársele para evitar que desfilaran por su celda todos sus voceros azuzadores del pueblo que se tomaban selfies con él y luego utilizaban las redes digitales para emitir mensajes en nombre de su líder y hacerlo ver víctima de una injusticia. Las autoridades gubernamentales que tendrían que haber actuado se ampararon en los derechos humanos del golpista y no estuvieron a la medida de las circunstancias. 

Cuando esa primera advertencia no fue tomada en cuenta, sugerí a los actores llamados a tomar las decisiones necesarias que de inmediato debían hacer salir a las Fuerzas Armadas y declarar un estado de emergencia para asegurar el orden social, antes de que fuese demasiado tarde. Igualmente, no se tomó acción cuando aún estábamos a tiempo y, por esa mala costumbre de procrastinar la toma de decisiones cruciales, ahora lamentamos la pérdida de vidas humanas. Frente a los derechos humanos del golpista, cabe preguntarse, ¿dónde están los derechos humanos de los que perdieron la vida de forma inútil, por defender a un pillo. ¿Dónde están los derechos humanos de los 30 millones de peruanos que se están viendo perjudicados con esta convulsión social violenta? ¿Qué pasa con nuestra sociedad que valora más los derechos humanos de los transgresores que los derechos de las víctimas? ¿Qué pasa con nuestros líderes que no son capaces de ver más allá de sus narices?

¿Qué se nos viene para las próximas elecciones?

Todo depende justamente de las decisiones que tomen esos mismos lideres cuyo patrón de comportamiento está basado, hasta hoy, en la procrastinación.

Escenario 1:

Renuncia esta o la próxima semana la actual presidenta, asume la presidencia el General Williams, hoy presidente del Congreso y convoca a elecciones en junio/julio del 2023.

Escenario 2:

Sigue la presidenta en su afán de quedarse en el cargo hasta el 2024 o, como insinuó el otro día, adelantar las elecciones a diciembre del 2023, pero continúa tomando cuestionadas decisiones ya que a fin de cuentas ella era la vicepresidenta del golpista. El fruto no suele caer muy lejos del árbol que lo produjo, por lo tanto, es hasta lógico que la presidenta tenga devaneos entre apoyar al que fue su compañero de fórmula (o a su mentor, Cerrón) o condenarlos por golpistas y apoyar a la democracia—cosa que nunca debió ser una alternativa sino su razón de ser en un principio.

Entre estos dos escenarios, el que lograría restablecer el orden de manera casi inmediata sería el escenario1 ya que no se perdería el tiempo en órdenes y contraórdenes por parte de la presidenta que se debate entre apoyar un extremo u otro de la soga y en cambio tendríamos el expertise de un general que ha combatido el terrorismo en su propia cancha.

Por otro lado, ese escenario que es en este momento el más sensato, nos deja varios vacíos, como ciertas leyes que serían necesarias para evitar, por ejemplo, que convictos lleguen al cargo de presidente, congresista o manejen un partido. Entre las leyes necesarias están el establecimiento de la bicameralidad o la renovación por tercios o mitades, leyes que se han propuesto en este Congreso y que en más de un año siguen en compás de espera de ser abordados. ¿Qué nos garantiza que en plena crisis de convulsión social, el Congreso vaya a lograr abordarlo.

Y, ¿cómo nos encuentra el tema del liderazgo político frente al hipotético caso de que dentro de 8 meses, máximo un año, haya elecciones generales? Hay tan solo 1 líder en campaña, recorriendo todo el país y entrando en contacto con los miedos y anhelos más profundos de los ciudadanos que en el 2021 dieron su voto y respaldo a Castillo y ahora expresan su desilusión y rechazo al sistema imperante. Ese líder que salió de la cárcel hace poco tiempo se llama Antauro Humala y campea como único jugador en una cancha que le es muy familiar y con un público que lo admira. Los árbitros en esa cancha, sean afines a él o no, le son sumamente permisivos.

No hay en el escenario político hasta el día de hoy ningún otro político que le salga al frente a Antauro como alternativa para estas elecciones que nos quedan a la vuelta de la esquina. Es de esperar que, tal como ha pasado en estas últimas elecciones presidenciales, no van a faltar los improvisados que a 3 meses de las elecciones se pasearán por todos los canales de cable de Lima, apoyados por capitales que parecen más campañas para recaudar fondos que campañas para convencer al Perú profundo.

Si yo tuviera que hacer hoy un vaticinio con los resultados y las evidencias que tenemos hasta el momento, diría sin lugar a equivocarme que el próximo presidente del Perú será Antauro Humala, a menos que alguno tome acción de inmediato para que esto no suceda.

Recordemos cómo comencé este texto. El secreto está en predecir escenarios futuros que resultan siendo profecías que se realizan. Ocurre así porque estas predicciones se basan en la observación de patrones de comportamiento social predecibles y a partir de ahí elaborar estrategias.