Las actitudes de un político determinan la empatía y eficacia con la que éste logra su acercamiento al pueblo. Un buen perfil de imagen, construido en forma profesional, puede compensar por las falencias que pudiera tener el candidato en cuanto a actitudes inadecuadas. Pero, a pesar de ello, si el perfil no tiene al menos un 30% de “material genuino” que viene con el político, aunque éste lograra ganar la elección, su imagen se desplomaría poco después debido a que la imagen, sin sustento, es espuria.
Las actitudes de un político están marcadas por las decisiones que toma cada vez que se halla ante una encrucijada, cuando debe escoger uno de varios caminos.
Tendemos a pensar, erróneamente, que las decisiones que tomamos son siempre trascendentales, que involucran el futuro de la humanidad. La mayoría de nuestras decisiones las tomamos en forma automática e inopinada. Podríamos engañarnos si creemos que por eso suelen ser sin importancia; sin embargo, éstas atañen a nuestro comportamiento diario y pasan desapercibidas por nuestro yo aunque, a la larga, determinan quiénes somos y en qué lugar del universo estamos situados.
En el caso de los políticos, estas decisiones—por ende, las actitudes que de ellas se desprenden—son minuciosamente ponderadas en aras de la eficacia perseguida, siempre y cuando exista un coach de imagen. Aún cuando en apariencia no tomemos ninguna decisión, hemos decidido; decidimos no decidir.
Entonces, resumiendo, si las decisiones que tomamos consciente e inconscientemente a diario son las que generan las actitudes que, a la sazón son el sustrato del repertorio de respuestas que tenemos para hacer frente a los estímulos con los que el entorno nos bombardea en todo momento, debemos entonces deducir que nuestras conductas van a ser el resultado de este binomio: Decisión + Actitud = Conducta.
Para un político es muy importante aprender a convertir las decisiones inconscientes y automáticas en decisiones conscientes e auto-inducidas—sobre todo cuando éste se encuentra en campaña—de tal manera que las actitudes que de ellas se desprendan sean lo más controladas posible. Sólo de esta forma—que requiere de un coaching diario—las conductas del político serán asertivas y “acertivas” (de acierto)
¿Puede un político cambiar fácilmente las conductas soberbias y autodestructivas que suele tener? Pues sí; si es que tiene el coaching necesario, puede hacerlo. La clave está en su predisposición. Imaginemos a la predisposición como un escudo, ¿cómo enfrentarías tú las decisiones? ¿Con uno escudo de papel, o uno de cuero? ¿De lata, o de acero? Porque sería un error enfrentar a un enemigo con un escudo de papel, tanto como lo sería afrontar un momento amoroso con un escudo de acero. El éxito no sería nuestro si eligiéramos la actitud equivocada.
Modificar la conducta se puede a través de la anticipación de las actitudes que vamos a tomar, cambiándolas por otras más apropiadas que decantarán en conductas más adecuadas.
¿Esto se puede hacer solo? Pues sí, si uno tiene dominado el tema de las decisiones y las actitudes, entonces con relativa facilidad podrá inducir actitudes apropiadas para conductas controladas. Pero en el caso de los políticos, sobre todo, siempre es recomendable que alguien que se sepa mantener como observador del paisaje y no esté sólo enfocado en los árboles inmediatos, los guie en esa labor.
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