Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia…
Llegó el gran día que muchos esperaban con afán y otros temían con gran ansiedad. Este resultado no lo veías venir e incluso cuando alguien te decía que iba a suceder pronto, tú respondías que no lo creías probable, aunque en este país cualquier cosa se puede esperar.
Amaneció ese día con sol para unos y nublado para otros. Alguien en tu casa te alcanzó en la puerta casi gritando: ¡Ya sucedió! ¡Ya sucedió! Catástrofe o milagro; una vez más dependiendo del punto de vista del observador.
¡Cayó el presidente…!
Al principio no pudiste creerlo, ¡No es posible! ¿Cómo lo sabes? ¿Quién te lo dijo? Y aunque para tí era indiferente si fue por renuncia, por golpe o por vacancia, tu parte morbo pasó de la incredulidad a la necesidad de saber cuáles fueron los pormenores de su abrupta salida y como siempre sucede, las respuestas dejaron en tí más dudas e incertidumbre que certezas.
Saliste corriendo de tu casa porque ibas retrasado por haberte quedado a escuchar los comentarios de la noticia. Te subiste al carro o al bus y ahí te fuiste enterando por la radio o por los comentarios de los otros pasajeros de lo acontecido, seguramente con una buena dosis de teorías fantásticas que se fueron tejiendo desde que amaneció, … Le hicieron un golpe de estado y lo sacaron en pijamas a la calle igual que al presidente Belaunde en 1968, decia alguien por ahí… Renunció porque no tenía apoyo del Congreso decía otro… Le sacaron un audio comprometedor tal como a PPK… Era un incapaz y ya no podía estirar más la pita, decían otros por alla…
Ya para cuando llegaste a tu destino, habías escuchado más teorias sobre las razones por las que ya no tenías Presidente, de aquellas que podías manejar. Lo unico cierto era que esa noticia que tanto esperaste o temiste había ocurrido y era una situación fáctica que iba a cambiar y perturbar todo el panorama político del país en los próximos años y eso te causó mucha ansiedad y estrés.
Durante todo el día con tus compañeros y amigos y en la noche en tu casa con tu familia, se comenzaron a barajar las distintas teorías del por qué y el cómo llegamos a esta situación y ahí por supuesto otro tanto de teorias conspirativas comenzaron a barajarse… Nunca dio la talla para el puesto… Se rodeó de gente sin preparación… El no estaba preparado para comandar los destinos del Perú… Se alió con gente corrupta… Fueron los caviares los culpables… Los comunistas ganaron porque las derechas fueron soberbias… Y, por segunda vez, te invade la ansiedad porque por más que te esfuerzas, ni tus compañeros, ni tu familia, ni tú, logran encontrar el o los responsables de esta tragicomedia.
Pasados uno o dos días y al no haber encontrado un responsable suficientemente convincente a quien achacarle todos los males acontecidos, pandemia incluida, pasas a la negociación interna y la resignación, tal como una de las etapas del duelo y, lejos de terminar el proceso, la resignación te lleva directo a la siguiente pregunta:
¿Y ahora qué?
Y te vuelve a invadir la ansiedad, esta vez niveles peligrosos. En ese momento comienzas a tener una conversación contigo mismo/a, de esas que solemos tener en el carro, bus o combi, en los interminables minutos u horas de espera para llegar a destino; y esta conversación se da más o menos así:
¿Y ahora qué?
¿Cómo que ahora qué? Y te respondes a tí mismo: Ahora tenemos que elegir al presidente que nos va a sacar de esta crisis y nos va a llevar al nivel de los países que progresan, como en Europa y Asia. Y con este tren de pensamiento, te vuelve a subir la ansiedad a niveles peligrosos.
En esos momentos tratas de revisar en tu memoria quién puede ser ese super presidente que nos va a sacar de la crisis, y te aparecen en la mente los cinco nombres de siempre, los 4 Jinetes del Apocalipsis, más uno que sirve como de descarte.
Ya tu ansiedad está reventando y si no fuera porque finalmente llegaste a tu destino, capaz que te tiras por la ventana del bus. Te bajas pensando… Otra vez pasar por lo mismo que ya hemos pasado y que estamos pasando sólo para volver a repetir más de lo mismo, como siempre, in secula seculorum, como en un carrusel sin fin de ‘El Día de la Marmota’. De nuevo la incoherencia. Y te embarga un sentimiento de rabia, impotencia y desesperanza de quien no ve ninguna luz al final del túnel.
No es para menos cuando te das cuenta que cada cinco años te encuentras en un año de elecciones con los mismos nombres de siempre que se mezclan como cuy en tómbola, que vienen reciclándose cada campaña en todos los puestos públicos disponibles y tú te preguntas:
¿Por qué estoy condenado/a a elegir entre prontuariados, investigados, acusados, politicos profesionales e improvisados de turno?
Para este momento tu ansiedad ya está de nuevo por los cielos y muerdes a cualquiera que se atreva a cruzarse delante de tí. Y mientras sigues mascullando el porqué de la desgracia política del país, te das cuenta que, en realidad, nosotros no votamos por un presidente, nosotros votamos para impedir que salga como presidente un determinado candidato que para nosotros es el cuco.
Te acabas de dar cuenta del gran defecto que tenemos en nuestro país. Nosotros no votamos por el candidato que queremos como nuestro presidente, nosotros votamos en contra del que no queremos para nada y, de esta manera, regalamos nuestro voto para impedir que salga el ‘monstruo’ de turno que fue fabricado por los que nos manipulan sin escrúpulo. Y te dices a tí mismo: Claro, en la primera vuelta votamos nosotros el pueblo, y la democracia en esa votación es casi perfecta si no fuera porque tuve que votar contra un candidato en lugar de votar a favor del mío; creo que nuestro sistema democrático necesita con urgencia ser rediseñado porque en la segunda vuelta empeora la cosa; tal como la utilizamos nosotros, creemos que estamos emitiendo nuestro voto pero, en realidad, los que deciden son los poderosos que invierten millones en campañas demoledoras del candidato que no es de su agrado y, aprovechando la inercia del votante que emite su voto en contra de y no a favor de, los poderosos y manipuladores, logran que salga el candidato que ellos decidieron que fuera el presidente.
En crisis como la que nosotros estamos atravesando que pone al descubierto todas las falencias que tiene nuestra democracia, pueden suceder excepciones a la regla y el ‘monstruo’ que crearon en la primera vuelta para generar la dicotomía O Dios O Satanás, termina siendo elegido y esta es la muestra de la temperatura del pueblo que envia un mensaje a la clase política:
Estoy harto/a de que me manipules cada cinco años prometiéndome un paraíso a un futuro muy lejano y yo no quiero un paraíso a un futuro lejano, yo sólo quiero una vida digna hoy. Quiero asegurarle a mi familia un sistema de salud pronta y eficiente, una educación que permita a mis hijos ser útiles, productivos y felices en sus vidas y quiero que mis hijos puedan caminar por las calles sin temor de ser robados, violados o asesinados por un teléfono celular.
Por cierto, esta misma conversación que estás teniendo contigo mismo/a, hemos debido tenerla todos hace ya un buen tiempo.
Luego de sesuda y larga reflexión, lanzas en voz alta un mensaje a los políticos:
¡Si tú, político de turno que aspiras a obtener mi voto, no estás en condiciones de asegurarme estas tres cosas que son lo mínimo que un gobierno debe poder garantizarle a sus ciudadanos, mejor quédate en tu casa!
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