Adaptado de la fábula de Esopo “El Pastorcito Mentiroso“
Y gritó una vez más: ¡Socorro! ¡El lobo! ¡Que viene el lobo!
Y la gente del pueblo cogió lo que tenía a mano, y se fue a auxiliar al pobre pastorcito que pedía auxilio, pero, cuando llegaron allí, descubrieron que todo había sido una falsa alarma del pastorcito, que se deshacía en excusas y explicaciones.
Los aldeanos se enfadaron y decidieron volver a sus casas. Cuando se habían ido, el pastor vio el efecto logrado en la gente del pueblo y decidió repetirlo. Cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:
¡Socorro! ¡Lobo, Lobo, Lobo! ¡Que viene el lobo!
La gente, volviendo a oír los gritos de alarma corrieron a toda prisa pensando que esta vez sí que se había presentado el lobo feroz, y que realmente el pastorcito necesitaba de su ayuda…
¿Qué pasaría si a esta fábula le cambiáramos algunas frases? Por ejemplo: ¡No te doy la confianza! ¡No te doy la confianza! O ¡Te vaco! ¡Te vaco!, en vez de ¡Socorro! ¡Lobo, Lobo, Lobo! ¡Se viene el lobo! Y, tal como en la fábula, mi amenaza es un poco mentirosa ya que sé de antemano que los acuerdos y negociaciones que se están dando en el Congreso no están a mi favor y aún así, en vez de denunciar a los complotadores y boicoteadores (por un tema muy discutible de “protección grupal”), lo asumo como un tema de ego personal. Al no tener consultores comunicacionales o comunicadores con experiencia, me lanzo a una piscina vacía, solo y aplicando estrategias de muy poca eficacia, esperando que un hada mágica por arte de birlibirloque logre el milagro y yo quede bien con mis colegas congresistas o con la población.
Siguiendo la misma línea de la antigua fábula, todo ese pueblo que había puesto sus esperanzas en el pastorcito mentiroso (y aquí sustituimos pastorcito mentiroso por el político impetuoso), se encuentra una vez más con las manos vacías y sus esperanzas traicionadas por una mala decisión basada en una pésima estrategia. El político impetuoso implementó una estrategia a medio cocinar en función a su necesidad de aumentar su popularidad y lograr sus intereses personales. Cuando evaluamos el balance perjuicio/beneficio de dicha estrategia, vemos que respondió a una urgencia impertinente.
Las estrategias se diseñan para que tengan éxito y, para ello, en ellas se debe incluir todos los imponderables, incluyendo las circunstancias adversas. Las estrategias deben estar preparadas para soportar el embate de temporales. Por eso justamente se llaman estrategias, y los llamados a elaborarlas son, casualmente, los estrategas. Para nuestro recuerdo, la palabra estrategia se refiere al arte de proyectar y dirigir las operaciones militares.
Imaginemos al entrenador de la selección peruana manejando todos los posibles escenarios en la cancha y diseñando las jugadas favorables para cada escenario además de otras que podrían resultar adversas. De ninguna manera aceptaríamos que el entrenador de la selección Ricardo Gareca se invente un escenario ficticio y sobre ese único escenario que existe sólo en su mente, diseñe todas las jugadas sin más ni más, con un único pensamiento: ¡yo tengo la razón y el Universo/Dios me la va a dar!
En la actualidad vemos muchas muestras en el mundo de este mismo pensamiento mágico que equivale a levantarse una mañana y decir Hoy me saco la Tinka, sin mayor argumento que el pensamiento mágico de que me la merezco y hoy me toca a mí, pensamiento que es válido sin duda, pero no como para que pongas tu vida y tu futuro en él.
Tratando de no separarnos demasiado de la enseñanza o moraleja de esta fábula que desde niños hemos interiorizado y que, en resumen, advierte que no podemos usar como estrategia el amenazar en forma impensada con que viene el lobo ya que el pueblo va a dejar de creer en ti, no tendrá respeto hacia tu causa e incluso sentirá temor ante tu comportamiento tan errático; y, huelga decir, que lograrás el efecto contrario al que tanto buscabas.
En la política al igual que en la vida real tu palabra es tu carta de presentación. Tú eres y vales lo que vale tu palabra; como consecuencia, tu credibilidad es la base del respeto que te habrás ganado y, por lo tanto, es crítico, por tu bien y por el bien del país, que tu credibilidad no se vea disminuida o borrada de un plumazo.
Es aquí donde la realidad se asemeja a la famosa fábula de Esopo. Son tantas las veces que, como congresista, gritaste: ¡No te doy la confianza! ¡No te doy la confianza! ¡Te vaco! ¡Te vaco! y la razón que dabas es que “Todos los demás están de acuerdo”, que “El pueblo está de acuerdo”, y luego terminaste dando la confianza. Al desmoronarse de esta manera las tan anunciadas censuras del Congreso para con el Ejecutivo, asimismo terminó por desmoronarse tu credibilidad. No debe sorprenderte que en las últimas encuestas a nivel nacional la representatividad del Congreso se encuentre en el ventitantos por ciento.
Un análisis de prueba de realidad es siempre bueno y oportuno para todos.
Veamos, ahora me dirijo a ti, lector paciente de este artículo: ¿cuántos congresistas conoces y eres capaz de nombrar?
¿De cuántos de esos que has logrado nombrar, puedes decir que sabes a qué partido representan y a qué provincia representan? Y no te quiero abrumar preguntándote si recuerdas alguna ley que hayan propuesto…
Si logras nombrar y recordar 7 congresistas, seguramente eres uno de los devoradores del canal del Congreso. A pesar de que son 130 congresistas representantes de toda la Nación, son sólo 5 máximo 10 los líderes y el resto sólo navegan conectados con el “estado del tiempo” para decidir su rumbo. Y, de esos 10 que lideran, sólo podríamos separar a 6 o 7 que son los que realmente están comprometidos con el país. El resto está navegando dentro y fuera de consignas partidarias o empresariales.
La falta de liderazgo es tan fuerte y visible que los pocos líderes que hay se ven obligados a estar todo el tiempo “arreando congresistas para el voto” y es que el tema del Patriotismo, que es uno de los Principios Universales que más arraiga a un pueblo, no es bien entendido por la mayoría de los políticos en el Congreso, salvo por aquellos cuya carrera se ha desarrollado en una de las Instituciones Militares, ya que ellos han sido entrenados toda su vida en el concepto Patriotismo y que consiste en poner en primer lugar los intereses de la patria, por encima de los personales, partidarios y/o empresariales.
Muchos congresistas en estos días se quejan de las supuestas mafias que operan dentro del hemiciclo pero que, de manera cómplice, ninguno quiere denunciar por miedo o por ese viejo dicho de “otorongo no come otorongo” a pesar de que esta complicidad tarde o temprano terminará por perjudicarlos a ellos mismos. Es entonces que, presas de indignación, salen a denunciar, aunque en forma tímida y siempre extemporánea, las irresponsabilidades, los incumplimientos de acuerdos o los sospechosos cambios de voto en el último minuto.
En privado, esos mismos congresistas no solo dan nombres y apellidos de los supuestos mafiosos, sino que también detallan eventos y situaciones comprometedoras como compra y venta de votos a cambio de favores y obras, chantajes con amenazas de persecución legal para aquellos que tienen esqueletos en el closet entre otras muchas situaciones que, si se hicieran públicas, convulsionarían aún más el ambiente político del Congreso y del país.
Hoy nos encontramos a portas de varias interpelaciones y una vacancia presidencial en un gobierno que se rodea de lumpen según gran parte del Congreso y esperamos que esta vez sí, los congresistas asuman su responsabilidad, sean coherentes y consecuentes con su palabra y si dijeron si, realmente sea SI y si dijeron no, realmente sea NO y no nos tengan como el pastorcito de la fábula.
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